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domingo, 25 de noviembre de 2012

Capítulo 5

"...será su legítimo dueño"
Neit no terminaba de entender esta parte de la profecía por más vueltas que le daba.
Acababan de llegar a un pueblecito perdido en las montañas. Como Kora había cogido algo de dinero antes de salir del castillo decidieron hacer algunas compras. Primero fueron a la herrería y encargaron dos espadas que recogerían al día siguiente. También necesitaban un caballo, si el rey había mandado a alguien para buscarles no tardaría en alcanzarlos. En el mercado se arrendaron víveres para el viaje, aún les faltaban al menos tres semanas de camino hasta Nourrat.
Se les hizo tarde y, como aún tenían dinero, decidieron pasar la noche en la posada. Sin embargo, solo pagaron por una habitación, debían ser previsores.
El dormitorio consistía en una cama y un armario, un mueble en frente del otro en un espacio agobiante y reducido. Una pequeña ventana les mostraba el cielo estrellado.
Los dos se acostaron, lo más alejados el uno del otro como la cama les permitía, e intentaron dormir.

-¡Neit! ¡Neit!- el chico entreabrió los ojos al despertarse por los zarandeos de Kora.- Vamos, tenemos que marcharnos, abajo hay un hombre que pregunta por nosotros. Porta el estandarte real.
Neit se despejó de golpe, debían huir. Recogieron sus pertenencias, las cuales cabían y un solo zurrón, y las provisiones que compraron en el mercado.
Iban a salir por la puerta pero escucharon uno pasos. Oh, no. Los habían encontrado, estaban perdidos. Les hubiera gustado una aventura algo más larga, la verdad. y
Pero ¿que estaban pensando? Aún tenían posibilidades, Kora acababa de detener su mirada nerviosa en el pequeño ventanal de la pared.
Estaban en el primer piso así que no les costó bajar. Una vez allí se deslizaron hasta el establo y buscaron su caballo. Era un caballo negro, altivo y orgulloso. Nadie había sabido dominarlo nunca por lo que les había salido bastante barato, esto no les preocupaba, el caballo había congeniado con Kora desde el primer momento.
- ¿Qué estás haciendo? - preguntó Kora entre susurros, al ver que Neit pretendía dirigir el caballo.- No puedes manejarlo en tu estado, déjame a mi.
No tenían tiempo de discutir por lo que no replico y dejo que la princesa subiera primero. Él rodeo la cintura de su compañera con los brazos, deposito un suave beso en su nuca para infundirle ánimos y comenzaron a cabalgar.
No vieron a nadie seguirle pero, por si acaso, no dejaron de moverse en toda la noche. No fue buena idea la de pasar la noche en la posada, de no ser porque Kora se despertó a causa de una pesadilla no habrían podido huir.

Mess no terminaba de creer lo que le decía ese tal Gresh. ¿Y si era el mismo mago que la había torturado? ¿Y si solo quería seguir haciéndola sufrir? Aunque eso no tenía mucho sentido, ¿para que jugarse la vida si ya la tenía a sus pies?
En fin, no le quedaba otra más que creer al que parecía ser su salvador.
La verdad es que su presencia la calmaba, sentía que a su lado nada malo le volvería a pasar. Era igual que Seft pero el gesto amable de su rostro, su sonrisa tranquilizadora y su personalidad protectora marcaban la diferencia. Su hermano era frío e impasible. Parecía no tener corazón.
Gresh le había contado que en realidad el también es un mago de los cuatro elementos. Al nacer gemelos el poder se duplico mas él tuvo que guardarlo en secreto mientras Seft se entrenaba y mejoraba día a día.
Gresh siempre había sido más despreocupado y liberal, se revelaba contra todo que fuera en contra de sus principios; Seft por el contrario acataba órdenes sin rechistar, de quien fuera, hacía su trabajo y seguía avanzando sin pararse a pensar en la gente que quedaba aplastada bajo sus pies.
También le había contado que el rey no era el verdadero rey aunque no había dado más detalles.
Estaba muy confusa, no sabía que pensar.
Tras contarle la historia Gresh hizo un pequeño equipaje y dejó a Mess un vestido de su madre para que se pudiera cambiar, ya que el suyo estaba roto y sucio.
-Venga rápido- dijo el hechicero con voz nerviosa.- Seguro que mi hermano ya ha empezado a buscarnos.
-¿Tu hermano? No se si lo que me has contado es verdad pero es tu familia, no te hará ningun daño.-dijo Mess y se arrepintió al ver la punzada de dolor que cruzaba el rostro de su compañero. Ahora estaba casi segura, Gresh decía la verdad.
-Vamos- la agarró del brazo y tiró de ella para que lo siguiera. Su mirada se había vuelto dura y cortante, no admitía réplica.

Seft recorría los pasillos del enorme palacio real. Llegó hasta la puerta y cruzó el patio. El patio estaba rodeado por las habitaciones de los empleados, la panadería y la herrería. Llegó al puente levadizo y se alzaron las rejas, salió y se dirigió a la armería de hechicería.
La armería mágica al igual que la zona de entrenamiento de magos estaba totalmente escondida ante la mirada de cualquier mortal.
Se adentró en el bosque y cuando se cercioró de que no había nadie cerca alzó la mano derecha, su palma se ilumino levemente durante un instante y Seft desapareció.
La sala de entrenamiento no era una "sala" exactamente. Cada mago tenía su propio entrenamiento personalizado por así decirlo.
Cuándo cruzaban la puerta se encontraban solos en un "espacio" sin nada y practicaban, practicaban hasta el agotamiento pues mientras estaban dentro se paraba el tiempo. Cuando salían todo estaba tal como lo dejaron, el tiempo se reanudaba para ellos.
Una vez dentro debía concentrarse y visualizar la armería. Le sorprendió no haber podido hacerlo a la primera. Gresh había conseguido sacarlo de sus casillas pero ya estaba harto de salvarlo de todos los líos en los que se metía. Esta vez se las iba devolver, iba a pagar por su crimen y él por fin tendría el poder completo. Sería el mejor mago, el más poderos, sería invencible, sería inmortal. Nadie volvería a aprovecharse de él y él no tendría que obedecer a nadie nunca más.

Cuando el sol comenzó a asomar entre las montañas y el cielo se tiñó de tonos morados dejaron de cabalgar. Pararon en un pequeño claro al lado de un manantial, estaban exhaustos y doloridos por la carrera. Desmontaron con cuidado y Kora guió al animal hasta el agua, el era el que más merecía el descanso. Ató la brida a una rama y sentó bajo un árbol junto a Neit.
Neit la rodeó por los hombros en ademán protector, ella apoyó la cabeza en su pecho, él acarició su pelo enmarañado y depositó un suave beso en él antes de caer rendidos por el sueño.

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