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domingo, 2 de diciembre de 2012

Capítulo 7

"Madre de sangre derramada
que portan ahora reales ojos sin miedo,
quien ose regalar una daga
a dicha princesa de hielo
será su legítimo dueño.
Tras descubrir el engaño
romperá el oro del reo
y, en una noche sin luna,
clamará venganza
por sus padres, por su reino.
Logrará su propósito mas morirá
junto al enemigo 
que caido y humillado
no será más que un mendigo"

Esto decía el pergamino que Kora y Neit entregaron al rey de Nourrat. 
El monarca acarició su mentón pensativo. Un sudor frío perlaba su frente y parte de su calva. Sus ojos azules revisaban el texto una y otra vez. 
La princesa y su compañero se hallaban sentados en un comodo sofá. Estaban en el salón privado del rey.
Cuatro enormes ventanales sin cortinas mostraban el lindo paisaje. El suelo era de un marmol blanco tan cristalino que podían verse reflejados. Neit nunca había visto tanto lujo, las lámparas de araña, los tapices en las paredes, el ajedrez de oro y cristal que se sostenía frente a ellos sin soporte alguno. La magia flotaba en el ambiente.
Kora, sin embargo, estaba en su terreno, además su castillo era igual o más lujoso que este.. Perp ¿que estaban haciendo? Sus vidas podían estar en juego, no había tiempo para pensamientos absurdos.
-Lo siento, no puedo ayudaros.- cuando por fin su tío habló Kora no sabía de que se sorprendía. Cuándo su madre se casó y se dividieron los reinos perdieron cualquier tipo de contacto. - Debéis marcharos.
El rey hablaba nervioso, demasiado pensó Neit. Iba a preguntar cuando les devolvió el pergamino e hizo que un soldado los escoltara hasta la salida. Todo era demasiado extraño.
-Una actuación maravillosa.- dijo una voz femenina melosa y sugerente.
Mireya salio de la nada se acercó al rey insinuante.
-Yo he cumplido, devuélvemela.- dijo él con voz alta pero temblorosa. Se notaba la angustia que sentía, el dolor se reflejada en sus ojos.
La dama blanca exageró un gesto de aburrimiento torciendo sus perfectas facciones a la vez que suspiraba. 
Comenzó a hacerse cada vez más tranlúcida hasta que desapareció, el monarca aún pudo escuchar su voz impasible: "Recuerda a que mando te coviene servir, majesta." Puso un tono burlón en la última palabra y terminó de desvanecerse dejando en el aire una risa inocente y cantarina.
El rey quedó solo por un momento y un instante despues apareció ante el. Era una muchacha de no más de veinte años, vestia el uniforme de criada. Sus cabellos castaños despeinados, sus ojos oscuros derramando lágrimas, las cuerdas que le ataban las manos, la mordaza que apenas la dejaba respirar conformaban una escena desoladora que rompió el corazón del rey, fue corriendo hacia ella, la despojó de sus ataduras y allí, señor y doncella se fundieron en un largo abrazo.

Mientras tanto Neit y Kora se encaminaban hacia el puente levadizo. Estaban cruzando el enorme patio que  bullía de actividad. 
-¿No te ha parecido extraño?- preguntó Neit hablando por primera vez cuando por fin salieron de palacio.
-¿El qué?-dijo Kora intrigada mientras acariciaba el cuello del caballo.
- Parece mentira que no te hayas dado cuenta. Estaba demasiado nervioso, oculta algo.
La princesa iba a contestar pero alguien les abordó cortándoles el paso.
Era una...¡morkia! Esta era igual de alta que un humano de estatura media, sus facciones eran suaves y delicadas mas sus ojos eran fríos e inquisitivos. Su piel era tersa y lisa, de un celeste uniforme y el pelo de un tono más claro caía hasta la mitad de su espalda.
-Yo si que puedo ayudaros.- dijo enigmáticamente.
Eran criaturas del bosque. Una raza unicamente formada por mujeres.  
Solían esconderse muy bien ya que no confiaban en los humanos. Se dividían en cuatro clanes diferenciados por los colores de su piel. El clan rojo se encargaba de la vigilancia; el verde, del comercio; el morado, de la política; esta era azul, el clan encargado de la defensa. Eran los más poderosos.
  El clan azul no utilizaba ropa, decían que era incómoda para luchar. 
Kora y Neit quedaron pasmados ¿que interés podría tener una de las criaturas más poderosas en ayudarles?
-Me llamo Ashta, encantada.- dijo con un extraño hacento mientras les tendía la mano.

Al mismo tiempo no muy lejos de alli, Gresh y Mess sentían la presencia de Seft cada vez más cerca. 
No habían dejado de caminar desde la noche anterior, estaban agotados. Gresh podría usar la magia pero con ello solo conseguiría delatar su posición. Conocía hechizos que evitaban esto pero no servirían con su hermano, ni la más poderosa de las brujerías sería capaz de romper el vínculo que unía a los gemelos.
Por suerte ya sabían con seguridad hacía donde dirigirse, Nourrat. Todo apuntaba a que la princesa había ido hasta allí. Solo esperaban llegar a tiempo antes de que se marchara otra vez.
Mess se había rendido hacía un rato, sus pies no le respondían por lo que Gresh se había ofrecido a llevarla sobre su espalda y ella se había quedado dormida.
El bosque era agobiante, miles de árboles, ramas, raices, arbustos... cada vez se complicaba más el camino.
De pronto el mago frenó en seco y puso sus sentidos alerta. Sintió a su hermano a una hora de allí. Si seguían huyendo los alcanzaría tarde o temprano y él no tendría fuerzas para luchar. Estaba decidido, se quedaría esperandolo, reponiendo fuerzas para resolver de una vez por todas el asunto. No quiso preocupar a Mess así que buscó un gran árbol de enormes raices y se acomodó junto a ella. 
Su corazón se aceleraba a la par que se acercaba el momento.

2 comentarios:

  1. Por fin me puse al día!
    y te odie por dejar la historia ahí! jejeje
    Cariños!!
    Catapzia

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    Respuestas
    1. Jajajaja gracias, me alegro que te guste. Si hoy despues de estudiar me da tiempo sigo ^^

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